Federico juega con naranjas.
Hace horas que estoy detenida en un momento. El momento en que Federico jugaba con naranjas. Las naranjas giran en el espacio de una noche que dejará sus marcas.
Las naranjas se vuelven hipnóticas, juguetes, banderas. Nos remiten a otras naranjas, pero sería presuntuoso, vano, citarlas aquí. Las naranjas de Federico tienen el gesto de lo que irrumpe y nos atraviesa. Apenas cinco o seis lanzadas al aire, en medio del escenario, lo dicen todo. Además de la habilidad de lanzarlas como un malabarista, se percibe el sudor de la piel que se confunde en la piel de la fruta. El show termina, concluye con las naranjas que Fede patea de taquito y que como un número circense ruedan, empiezan a rodar y algunas hasta caen-vuelven hacia el público. Caen como pensamientos. Ruedan en una rueda perfumada. En un círculo fabuloso. Caen, siguen cayendo y nadie sabe qué hacer con ellas.
Glam /Glam/ Glam
Glamour de los roces, de la piel encendida, de cuadrillé y de violeta. De carmesí y discoteca. Glamour del vientre y de los botones antiguos y de las cosas que parecen ingenuas. De la respiración y del gozo. Del chocolate y el jabón de lavar. Del wadu wadu y el motor de la mente. Del dial que te hace funcionar, de las impresiones que te balancean y prenden tu flash. De las partidas. De los regresos.
Glamour de los incendios. De lo que aparece y renueva y vivifica y destella y dura un segundo. De los sintetizadores y los monovocálicos. De los narcóticos, el instante y la eternidad.
Glamour de las colecciones, de las modelos en los carnavales llegando al amanecer, de cómo he servido la mesa esta mañana y abierto las cortinas, y calzado las pantuflas, también.
Una larguísima enumeración de detalles con la libertad de lanzarse por los aires y mandar todo a mudar.
Brasil
“Lo primero que se ven son cuerpos, cuerpos encharolados por el revoleo de una mirada que los unta, cuerpos como películas de tul donde se inscribe la corrida temblorosa de un guiño”.
Néstor Perlonguer
“Estar a disposición de la música” “A disposición de un pensamiento, entregarse”.
Ney Mattogrosso.
“Gozo entregándote al sol/ dándote un rol ambivalente/Puedo espiar sin discreción/ como un voyeur en vacaciones./Me adueño así/ superficies de placer/ dejo crecer mi tremenda timidez.
Virus. Superficies de placer
En la última revista La Grieta, el pivote que sobrevolamos durante un largo tiempo fue Brasil. Brasil desde la Argentina. Brasil para pensarnos. Brasil para acercarnos y diferenciarnos. El punto de partida fue un conjunto de frases hechas, de todo ese bagaje quieto, lugares comunes. Allí decíamos, –y para aproximarme al Brasil de Federico- que fue sitio de refugio en el desbande y en la iluminación trasnochada. Una obsesión, que a veces se volvía obstáculo y otras veces, se transformaba en la fuente de inspiración preferida. Después de este argumento entre poético y de contexto- aparecían los nombres. Los nombres de otros argentinos, quiénes se habían ido al exilio o habían elegido Brasil como tierra de aventuras. Desde Puig a Roberto Arlt; Kordon, Babenco, González, Pilar, Correa, Ferrari, Perlonguer, y entre los más amigos y cercanos Gonzalo Chaves. ¿Quién de nosotros alguna vez no pensó en hacer estancia en Brasil al menos un tiempo? ¿Quién de nosotros con quince o veinte años más no hubiéramos llegado a Brasil movidos por las mismas cuestiones? El Brasil del que hablo se vuelve divino, oscuro, puro sonido. Lengua de dragones, lengua de demonios. Calor y vegetación. Nos seduce y nos agobia. Nos llena de vértigo y superstición. Federico vivió en Río de Janeiro en la Rua Conde Bernardote número 26 en el año 79, 80 después de haber viajado a Londres entre otras ciudades. En el barrio Leblón, movido por las noches y dedicado a la realización de cinturones en el día. (Esto sucede antes de integrarse al grupo Duro conformado por sus hermanos, un tiempito antes de incorporarse como vocalista cambia el nombre de la banda por Virus, esto sucede antes de volver a la Argentina y volverse el líder de la banda y el Federico que hoy conocemos). Brasil va y viene en la vida de Federico y como decía en la revista, es el Brasil de las iniciaciones, del pantanal, la exuberancia y el exceso. Hoy estoy tentada por decir: de las multitudes barrosas. En el 87, el grupo, guiado por Federico, decide grabar el disco Superficies de placer y la banda pasa tres meses trabajando para el sello RCA que les aseguraba un lanzamiento a nivel internacional. La compañía les paga la estadía y es allí dónde se graban muchas de las más hermosas canciones de la banda: Mirada speed, Encuentro en el río musical, Polvos de una relación. Hacia fines de mayo de ese año el disco estaba terminado. Ese mismo mes Federico, después de una serie de estudios y de haber padecido una neumonía lapidaria en medio de la grabación del disco, se entera que padece el Síndrome de deficiencia adquirida (SIDA), una enfermedad provocada por el virus de HIV que se trasmite a través de la sangre, el esperma y los fluidos vaginales, y que destruye progresivamente los tejidos inmunológicos del organismo. Hasta ese momento, en la Argentina no se conocía casi nada de la enfermedad. La información que circulaba era muy reducida.
Cuando las enfermedades no cundan
Cuando las enfermedades no cundan las niñas y los niños serán más felices. Y los árboles crecerán en dimensiones extraordinarias. Y en los ríos encontraremos peces de oro y de plata. Y en las casas, un lugar para vivir. Y en las escuelas, estudiar. Y en las plazas, bailar. Y en las calles, aunque de otro modo, también vivir, danzar, corretear, encontrar eso que perdimos.
Claudia
En la escuela se sabían algunas cosas. Lo demás, se sabía en partes y sucedía afuera. Y supimos que íbamos de aquí para allá detrás de la música. Detrás de un sitio de fuga e invención. Eso, para nosotras eran los conciertos. Las salidas a Capital. A riesgo de perder los zapatos y hasta las medias. Mi amiga en ese entonces ya tenía los cuatro discos de Virus. Y yo algunos otros de otras bandas: Divididos por la felicidad, Gulp, Octubre, Los violadores y otra música negra.
Una energía disidente corría en las noches de verano. A veces, cruzábamos conversaciones de que cómo había sido el auditorio, qué tribus circulaban, cómo nos habían quedado las piernas.
Las piernas -estando delante- siempre hacían presión y entonces los domingos descubríamos nuevos músculos desarrollados como si tuviéramos un nuevo sentido anexado a la piel.
En el espejo nos veíamos partir con un estilo The Cure. Nuestra mente estaba toda la semana puesta en la música más que en la ropa. Pero ropa y música a la hora de la salida se empezaban a confundir. Se volvían una suerte de híbrido animalesco en el cuerpo. Lo demás, no contaba demasiado. En mi caso en particular inquietudes sociales se despertaban como un lanzallamas de preguntas y en el de ella un desenfadado romanticismo lleno de envión y ternura.
Guardamos las carpetas legionarias dónde tomamos nuestras primeras notas, escribimos unos versos dados vueltas y unas cartas con letras grandes sobre renglones inmensos y en papel amarillo.
Durante esos años, Claudia, me escribió fragmentos de las letras de Moura-Jacobi/ Moura-
Siempre, por el pedazo de mundo que descubrí en ese tiempo, quisimos a Federico. Y digo quisimos, porque en ese mismo tiempo de descubrimientos, advertí que había instancias de vibración colectiva, de sentimiento colectivo, de asociación posible entre los cuerpos, de diálogos secretos, y que esos rituales los volvía posible la canción. Un sonido que venía después de otro sonido después de otro sonido después de otro sonido y anotábamos las fechas, corríamos la voz, leíamos revistas, curioseábamos fanzines, respirábamos al ritmo de músicas nuevas, pura contaminación de amor.
Federico y un tocado particular
Sus labios finísimos no sonríen.
Su torso está desnudo y los pimpollos blancos
son enormes.
Están tan abiertos que
Inquieta el inminente
desvanecimiento de los pétalos.
Dad dad dad
“El relax no pasa por tirarse en una hamaca paraguaya y dormir la siesta, sino que es como distender la tensión y poder entrar un poco más en las sensaciones. No estar tan cargado, aflojarte un poco. Creo que ahora hay que empezar hacer y lo que se necesita es justamente cortar esa tensión inmovilizante para entrar en el relax de poder hacer las cosas, poder sentir”. F.M.
“Hay que ponerse a prueba y ver cuánto somos capaces de dar”. Federico Moura.
Hace muchos años escribí un verso dedicado a la Universidad preguntando qué es lo que hacía con la diversidad y jugaba con la construcción final diciendo: “dad dad dad”. No recuerdo porqué ni que quise decir. Hasta es probable que en esas líneas estrictamente lúdicas haya deslizado un grado de conciencia o de solemnidad aunque le haya puesto el “dad” -a modo de parodia repetido varias veces.
Cuando pienso en Federico me aparecen otras palabras que de modo casual y más musical que casual, terminan en dad pero que son bien diferentes a la Universidad.
Espontaneidad. Liviandad y Fuerza. La voz de Federico tiene ese gesto de frescura que se lleva por delante el mundo. Sus manifestaciones, sus viajes, sus búsquedas, sus ritos nos hablan de eso. Diseñador de moda y aventurero. Directo y sugerente a la vez. En alguna entrevista dejó en claro que quería hacerle un espacio a la fantasía pero que también estaba hablando de las cosas de la realidad. La realidad como telón de fondo cruzándose todo el tiempo. Sin pelos en la lengua se refería a comentarios de medio pelo, a intolerancias, a maneras de ver opacadas por un psiquismo pesado y hasta barroco. Nunca le gustaron los retorcidos. Los dogmáticos. Los convencionales. Mutante al máximo amaba el cuerpo sensual. Y nos decía: “El alba es mermelada, dame pan”. “Dame pan” “Dad dad dad”.
No me importa un pepinou. *
No me importa un pepinou si los demás están atadous a sus monotonaus quejidous.
No me importa un pepinou si elegis quedarte como espectadour y nada máus.
No me importa un pepinou si te quedaús con la olla dónde ponen siempre lou mismou.
No me importa un pepinou si silbas en fa, en fe, en re, en do, en mi, en lau.
Salir de lo determináu, de las mitades del mediou y del cantipalou que es del palou.
Porque hay mucho más por aquiu y mucho más por alláud.
Porque hay mucho más por hallaud y muchos máus por haceu.
*Verso de “Grupos Argentinos”. Federico Moura. Inédito. Solo el título. Lo demás -como diría Don Leónidas Lamborghini- es lo que me he permitido distorsionar.
A mi me dicen el tonto/ porque me quedo a jugar.
“Antes de mirar el mundo me puse a oírlo”
Leda Valladares.
La voz de Federico tenía un timbre agudo. Una resonancia fina que se expandía hacia el cielo de las noches, como un grito liviano sin estridencias, expandida en los locales bailables. Su voz hacía juego con todo el resto de su cuerpo. Delgadísimo y estilizado. Lúdico y Andrógino. Llamado por Leda, la tucumana que descubrió las bagualas a sus veintiún años y nunca más las dejó. Formó parte del disco Un grito en el cielo y esa fue una de sus últimas grabaciones.
Si hay algo que no tenía Federico era esa cosa antropológica, esa zona ancestral del canto de los copleros. Los que viven en los valles, en la proximidad de la montaña. Sin embargo, una manera de redimir esas canciones telúricas era incorporando voces jóvenes de la ciudad que tuvieran una sensibilidad para ligarse con estos asuntos como ejemplo. Federico acepto y llevaron adelante la propuesta junto a Daniel Sbarra. Y allí se los escucha cantando: “Las palomas en la cueva, los quirquinchos a volar, los perros a poner huevos, las palomas a torear”.
Limbo Mambo*
Chambray. Brocados.
Charmeau, satén, algodón, razo, rayón y terciopelo.
Chifón y encaje. Damasco, mikado, muselina y organdí.
Organza y seda. Shauntung, tafetán y tul.
Detrás de los pliegues y por sobre los pliegues te veo.
Igual que en la película Jou Du,
la mujer china aparece y se desvanece entre las telas.
Y hay brillo en tu corona de flores.
Y hay brillo en tus manos de damisela.
Limbo-Mambo. Son los nombres de las boutiques que Federico tuvo en la Galería Jardín en Santa Fe al 2700 en Capital. Decoraba las vidrieras. Diseñaba prendas. Por ese entonces escuchaba canciones de Ney.