sábado, 1 de marzo de 2008

una alicia más, igual de maravillosa


Alicia en las ciudades. Una vieja película de Win Wenders.


Si pudiéramos condensar “Alicia...” en una palabra, la palabra sería “canción”, o “canción que rueda en la ciudad”. Así, igual que el disco de Tom Waits: “Alice”, o el libro que todos alguna vez escuchamos “Alicia en el país...”. La película de Wenders en su totalidad es una poética. Un cine ligado a las imágenes de la ciudad con delicadeza y densidad al mismo tiempo. Alicia y Winter en este caso serán los encargados de transitar por las ciudades en una búsqueda continuada por capturar las imágenes: desde una gasolinera perdida en medio de una ruta, la radio de un auto viejo, el muelle.., cada cosa con las que se van encontrando y perdiendo. Las fotos, Winter es fotógrafo-, pueden armar una historia. Pero no bastan. Lo que interesa es la sucesión, el movimiento. Alicia viene a ser en la vida de Winter una especie de paradoja, un “cable a tierra” que lo “desterritorializa”, lo desplaza en el sentido de imponerle movimiento, un encuentro profundo, necesario en su deriva. Si en la película vemos más trenes, más puentes, más túneles y colectivos, en los personajes encontramos más sentidos, más preguntas, más motivos para seguir. El mundo de las imágenes busca su retórica en el espacio y aparecen contrastes, metáforas, incompletitudes. Recordamos la mirada de Alicia siguiendo esa bolsa que flamea entre los edificios por el aire. Recordamos una esquina “como un claro del bosque”.
Alicia y Winter desde un primer momento juegan. Jugar porque entre ellos casi todo se convierte en juego. “El niño quiere arrastrar algo y se convierte en caballo; quiere jugar con arena y se hace panadero; quiere esconderse y es ladrón o gendarme”.
El primer juego es la puerta giratoria, allí, dónde se conocen; el segundo, es el apagón en la torre del reloj, y el soplido de Winter dando justo las doce. El tercer juego es el ahorcado y la palabra “sueño” y las cosas que existen realmente –según Alicia refiriéndose a la idea del sueño, que le resulta abstracta. No puede asirla.
Juegos y viajes. Rock, aviones, direcciones inexactas, una historia que debe ser contada al estilo Wenders, moviéndonos. Se trata de un mapa que cumple la función de un guión, todas las cosas se entrecruzan con los personajes como núcleos vertebrales de un cuerpo.
Cada uno de los dos a la vez busca su identidad, y lo hacen a partir del brillo y las ruinas de las ciudades.
La suma ya esta hecha en la película. Nada de lo que agreguemos en estas líneas ampliará demasiado la mirada. Alicia también quiere que le cuenten un cuento, y el reportero se vuelve su amigo confeso.
Escrito en el año 2000 para el ciclo “Chicos que miran”. Uff, ya pasarón ocho añitos!!

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