martes, 4 de marzo de 2008

una casa de papel y raquel aparicio






1.

Dónde no hay libros hace frío. Vale para las casas, las ciudades, los países.
Un frío cataclismo, un páramo de amnesia. Poca gente tiene libros en sus casas y no me refiero a los imposibilitados de comprarlos, sino a gentes capaces de adquirir todas las ovejas patagónicas. Otra gente no tiene libros en sus casas o tampoco tiene casa en dónde caerse vivo y ese no es otro tema. Son parejas formas de desamparo.
Hoy los libros son nuestros ancianos.

El libro es un seguro de vida, una pequeña anticipación de inmortalidad.

María Elena Walsh

2.

La literatura nos abre el alma, nos toca el cuerpo, nos llena de fuegos y de recuerdos, de amigos que se encuentran en los lugares más impensados: casitas de árbol como las del barón rampantti/ tolderías al costado de los ríos/ castillos inventados/ abadís y templos en medio de la selva roja.

La literatura nos pierde en el camino del deseo y de los sueños y también claro, nos encuentra.

Una vez conocí una casa llena de libros: desde el techo hasta el piso vivían los libros. Conversaban hasta entrada la madrugada acerca de un chico que había olvidado su nombre. Los libros del tercer estante opinaban que era por causa de la comida, los del segundo creían que era por distraído, y los de más arriba le echaban la culpa a los problemas del amor. Críticas y pareceres iban de un lado a otro de las estanterías y cada uno empuñaba una teoría llena de colores. un libro gordo, que parecía tener mucha sabiduría dijo: en vez de andar buscando responsables, empiecen a buscar el nombre del pequeño entre los libros y quizá lo ayuden a recordar. Y así fue, pasaron horas nombrando... Gualterio, Geremías, Germán.., pasaron por nombres árabes, romanos, vascos, chiriguanos.., hasta que en la historia de un náufrago escucharon de la voz de un marinero el nombre que buscaban. Lo cantaron, lo repitieron muchas veces. Y sonó por el aire, llegó al techo, entró en la habitación dónde dormía el chico que había olvidado su nombre.

Escrito a modo de prólogo, antología 2004. Ediciones La chicharra

3. Las ilustraciones son de Raquel Aparicio

1 comentario:

Flor dijo...

espero ansiosa el momento de compartir los libros, las palabras, los encuentros con los compas del taller.
Besos siempre grandes para vos
Flor.